El llamado a la vida sacerdotal es precisamente despojarse de la confianza total en los bienes materiales, es poner antes a Jesús y luego a nuestros padres, hermanos, y a todos aquellos a quienes queremos como nuestra familia; no es olvidarse de ellos, sino hacer la voluntad de Dios primero y así ser una mejor ayuda para ellos. Debemos tener a Dios como primera opción, no sólo ante personas, sino ante nuestros gustos, costumbres o hábitos egoístas.
Todo esto nos lleva a nosotros como jóvenes a iniciar una nueva vida, como hombres nuevos. Y el hombre nuevo es aquél que el andar de su vida lo marca la enseñanza de Cristo Jesús.
En nuestro interior pueden surgir las siguientes preguntas : ¿por qué me está llamando Dios a mí?. La respuesta podríamos encontrarla en Jeremías 31, 13 cuando dice: "Eternamente te he amado" y en Jeremías 1, 4 cuando también dice: "Antes que te formarás en el seno de tu madre yo te conocía, antes que nacieras yo te consagre". La llamada es por amor y un amor que nos elige porque simplemente quiere que seamos sus instrumentos. De nosotros depende la respuesta sincera y total.
Seminarista Guillermo Antonio Torres
Año Propedéutico