Inauguración del Año Sacerdotal en la Diócesis de San Vicente



-Homilía de Monseñor Gregorio Rosa Chávez en la inauguración del Año Sacerdotal en las diócesis de San Vicente y Zacatecoluca-

Textos: Ezequiel 3, 16-2; Salmo 116;Hechos 20, 17-36; Mateo 9, 35 – 10, 1


1. Inauguración del Año sacerdotal

Agradezco de todo corazón la invitación de parte de Monseñor Bolaños y del equipo que ha preparado esta celebración, para pronunciar la homilía en la solemne inauguración del Año Sacerdotal en las diócesis de San Vicente y de Zacatecoluca. Fue para mi una inesperada y agradable sorpresa.

La otra sorpresa fue recibir el Directorio de la Diócesis de San Vicente, que el pastor encargado de la diócesis durante esta sede vacante, publica “en honor a los sacerdotes de la diócesis en el Año Sacerdotal”.

He recorrido todos los nombres y me detenido en cada rostsro con emoción, gratitud y alegría y me ha impresionado el enorme esfuerzo de recuperación de la memoria que esta obra conlleva. En la lista encuentro nombres tan queridos como el del primer obispo de la diócesis de San Vicente, Monseñor Pedro Arnoldo y Quintanilla, el de de Monseñor José Oscar Barahona, mi compañero en el equipo formadora del Seminario; el de nuestro actual arzobispo, Monseñor José Luis Escobar; el de un hijo dilectísimo de esta diócesis que fue mi arzobispo, Monseñor Arturo Rivera Damas. En su pueblo natal, San Esteban Catarina, hace exactamente treinta años, fue asesinado el Padre Alirio Napoleón Macías. Me detengo a evocar su memoria porque le conocí en el seminario y siempre admiré su profundo sentido sacerdotal, su amor a la liturgia y su alegría. Como Monseñor Romero, también él ofreció su vida muy cerca del altar.

Me impresiona ver también en esa lista el nombre del Padre Cosme Spessotto, cuya causa de canonización está en curso, y del Padre Engelberto Malissori, quien atendía pastoralmente a mi pueblo cuando yo era seminarista y me inspiró en mi vocación con su bondad y su celo sacerdotal. A esos nombres deseo añadir el de los padres Rafael Palacios, muerto violentamente, y el del Padre Marcial Serrano, cuyo cuerpo nunca se encontró. Hay otros nombres, como el del Padre Felipe Gómez, mi compañero de promoción en l969 y el del diácono Otmaro Cáceres, alumno mío en las clases de teología. Cada uno de los aquí presentes lleva en su mente y en su corazón otros nombres; yo quisiera terminar esta breve lista personal, mencionando a dos sacerdotes santos: el Padre Juan Antonio Platero y el Padre José Gadda.

2. El Cura de Ars


Estamos reunidos para inaugurar oficialmente en las diócesis de San Vicente y de Zacatecoluca, el Año Sacerdotal. Nos acompañan delegaciones de numerosas parroquias, que con su presencia expresan su inmenso cariño a sus pastores y al sacerdocio de Jesucristo, así como religiosas de las congregaciones nacidas en esta Iglesia particular o que sirven en ella.

El Año Sacerdotal, según lo expresa el Papa Benedicto XVI en el documento oficial de convocatoria, pretende “promover el compromiso de renovación interior de todos los sacerdotes, para que su testimonio evangélico en el mundo de hoy sea más intenso e incisivo”.

Estamos celebrando al Santo Cura de Ars, patrono de los sacerdotes que tenemos cura de almas. En su biografía se destacan, casi siempre, sus dificultades para entender las explicaciones que recibía en clases, sus luchas terribles contra el demonio y las repetidas tentaciones de abandonar el trabajo pastoral porque se sentía incapaz e indigno. Algunos se sienten incómodos de que se proponga como modelo de los párrocos a un cura que creía en apariciones demoníacas, que estaba obsesionado contra los bailes populares y había quedado traumado por la revolución francesa; además, ejerció su ministerio en un medio rural arcaico, ahora inexistente

Sin embargo, más importante que todo eso es la obra de transformación de su parroquia, gracias a su bondad, abnegación pastoral y santidad de vida. San Juan María Vianney sigue siendo actual porque fue un hombre de oración y contemplación. Es verdad que no fue un estudiante brillante, pero en piedad y caridad era el modelo de todos los seminaristas. En palabras del Concilio Vaticano II diríamos que ha sido un modelo de caridad pastoral porque fue un pastor al estilo de Jesús. ¡Cómo son las cosas de Dios: al pobre seminarista que fue ordenado con la condición de que no escuchara confesiones, le buscaban después multitudes venidas de todas partes para escucharle y para confesarse con él!

2. “Te he puesto como centinela en la casa de Israel”

El capítulo tercero de Ezequiel describe, en sus primemos versículos, la misión del profeta. Es enviado por Dios con una orden muy precisa: “anda, vete a la casa de Israel y diles mis palabras”. Sí, el profeta no decide lo que va a decir sino que obedece al que lo envía, incluso a costa de su vida. Esa es su misión, como acabamos de escuchar: “Te he puesto de centinela en la casa de Israel. Cuando escuches una palabra de mi boca, les darás la alarma de mi parte”. La palabra del profeta muchas veces molesta, pero esa palabra no puede dejar de resonar porque el pueblo la necesita, aunque no siempre la comprenda y la acoja. Hablando de Juan Bautista como profeta, Monseñor Romero nos dejó esta bella reflexión: “La palbra queda y ése es el gran consuelo del que predica. Mi voz desaparecerá, pero mi palabra, que es Cristo, quedará en los corazones que la hayan querido recoger” (Homilía, 17 diciembre 1978).

El Año Sacerdotal fue inaugurado por el Papa cuando estábamos a punto de clausurar el Año Paulino. A él dedica el capítulo veinte de los Hechos de los Apóstoles una semblanza de lo que debe ser nuestro ministerio. Pablo está recogiendo una colecta para llevarla a la Iglesia de Jerusalén, cuyas comunidades viven en gran pobreza. “Un domingo que nos reunimos para la fracción del pan –escribe Lucas en los Hechos-, Pablo, que debía partir al día siguiente, se puso a hablar y prolongó su discurso hasta media noche”. Esta es la primera mención, en el Nuevo Testamento, de la Eucaristía dominical.

Más adelante nos cuenta que Pablo “envió un mensaje a Efeso convocando a los ancianos de la comunidad”. Ancianos es lo mismo que “presbíteros” y, en este caso se refiere a los responsables de las comunidades. Es un discurso de despedida lleno de recomendaciones en un ambiente cargado de amenazas: “Ahora, encadenado por el Espíritu, me dirigo a Jerusalén sin saber lo que allí me sucederá. Sólo sé que el Espíritu Santo me asegura que me esperan cadenas y persecuciones. Pero poco me importa la vida, con tal de completar mi carrera y el ministerio que recibí del Señor Jesús: anunciar la Buena Noticia de la gracia de Dios”.

Así es como recuerdan las comunidades al apóstol intrépido y generoso que nunca fue carga de nadie porque trabajó con sus manos para conseguir el sustento diario para él y sus colaboradores. ¡Qué hermoso sería que así nos recordaran también a nosotros!: porque hemos sido escogidos por Jesús y ungidos con la fuerza del Espíritu para servir, anunciar, enseñar y testimoniar en medio de pruebas a este Cristo que es el único salvador del mundo y al Reino que él anuncia y que ha venido a establecer en medio de su pueblo.


El evangelio nos ha presentado hoy lo que podríamos llamar un día en la vida de nuestro Señor: “Jesús recorría todas las ciudades y pueblos, enseñando en sus sinagogas, proclamando la Buena Noticia del reino y sanando toda clase de enfermedades y dolencias”. Acaba de pronunciar el sermón de la montaña, cuyas palabras confirma con signos y milagros. El es el gran liberador porque –como rezamos en una hermosa plegaria eucarística- “nunca permaneció indiferente ante toda miseria humana”.Por eso lo sigue una inmensa multitud de pobres y necesitados.

El la contempla y se conmueve “porque estaban maltratados y abatidos como ovejas sin pastor”. Inmediatamente después, Mateo nos cuenta que Jesús exclama: “La cosecha es abundante, pero los trabajadores son pocos. Rueguen al dueño de la mies que envíe trabajadores para la cosecha”. Fruto de esa oración somos nosotros, que en esta solemne ocasión tenemos que preguntarnos hasta dónde nos estamos pareciendo al sumo sacerdote, hasta dónde somos cómo él, hombres que viven en comunión con el Padre mediante la oración, hasta dónde somos capaces de sentir compasión por la gente y cuán grande es nuestra pasión por el Reino.


3. El Cura de Ars, modelo y patrono de los sacerdotes del mundo

Algo que me avergüenza es que los obispos de El Salvador no hemos sido capaces de ponernos de acuerdo sobre la fecha en que debemos celebrar en nuestro país el Día del Sacerdote. Se propusieron tres opciones: el jueves santo, el cuarto domingo de pascua, domingo del buen pastor; y este día, la fiesta del Cura de Ars. Quisiera pensar que, a partir del Año Sacerdotal, el 4 de agosto será el Día del Sacerdote. Pensando en ello, quisiera detenerme un poco en lo que debemos aprender de este extraordinario modelo que la Iglesia nos propone para nuestra vida y ministerio.

El Papa Benedicto XVI traza su propio perfil del santo que murió hace ciento cincuenta años, poniendo en primer plano este pensamiento: “El sacerdocio es el amor del corazón de Jesús”. Vale la pena citar estas palabras del Santo Padre: “El Cura de Ars era muy humilde, pero consciente de ser, como sacerdote, un inmenso don para su gente”. Siguen, a continuación, las palabras del santo: “Un buen pastor, un pastor según el corazón de Dios, es el tesoro más grande que el buen Dios puede conceder a una parroquia, y uno de los dones más preciosos de la misericordia divina”. Así lo siente nuestro pueblo creyente y aquí tenemos la prueba de ello. ¡Cómo cambia nuestra manera de ser sacerdotes cuando, como nos decía en un retiro a un grupo de candidatos al diaconado Monseñor José Eduardo Alvarez, el obispo que me ordenó sacerdote en enero de l970, nos dejamos cuestionar por el cariño de la gente. Un cariño que se vuelve tantas veces plegaria, comprensión, paciencia e incluso, perdón por nuestras deficiencias e infidelidades.

El Papa sigue citando al Santo Cura de Ars: “¡Oh, qué grande es el sacerdote! Si se diese cuenta, moriría… Dios le obedece. Pronuncia dos palabras y nuestro Señor baja del cielo al oír su voz y se encierra en una pequeña hostia… Si comprendiéramos bien lo que representa un sacerdote sobre la tierra, moriríamos, no de pavor sino de amor… Sin el sacerdote, la muerte y la pasión de nuestro Señor no servirían de nada. El sacerdote continúa la obra de radencion sobre la tierra…” Encontramos también en el documento papal la frase tan conocida: “Dejad una parroquia veinte años sin sacerdote y adorarán a las bestias…”

Especial atención presta el Santo Padre al método pastoral del Cura de Ars: “En primer lugar, su total identificación con el propio ministerio. En Jesús, persona y misión tienden a coincidir… De modo análogo y con toda humildad, también el sacerdote debe aspirar a esta identificación.

Otra caricatura del Cura de Ars que el Papa corrige es la que lo presenta como alguien que está siempre metido en el templo. Porque el Cura de Ars también supo ‘hacerse presente’ en todo el territorio de su parroquia: visitaba sistemáticamente a los enfermos y a las familias; organizaba misiones populares y fiestas patronales; recogía y administraba dinero para sus obras de caridad y para las misiones; adornaba la iglesia y la dotaba de ornamentos sacerdotales; se ocupaba de las niñas huérfanas…; se interesaba por la educación de los niños; fundaba hermandades y llamaba a los laicos a colaborar con él.

Era un verdadero maestro de oración. Supo llevar a sus fieles a los pies del sagrario y a la recepción de la santa comunión. Era ejemplar su manera de celebrar la Eucaristía. Y desde esa profunda experiencia mística, pudo escribir con toda autoridad: “La causa de la relajación del sacerdote es que descuida la Misa. Dios mío, ¡qué pena el sacerdote que celebra como si estuviera haciendo algo ordinario!”. A continuación, añade el Papa Benedicto: “Esta identificación con el sacrificio de la cruz lo llevaba –con una sola moción interior- del altar al confesionario… Con su prolongado estar ante el sagrario en la iglesia, consiguió que los fieles comenzasen a imitarlo, yendo a visitar a Jesús, seguros de que allí encontrarían también a su párroco, disponible para escucharlos y perdonarlos”. Sabemos que, con el correr de los años, llegó a pasar hasta dieciséis horas en el confesionario.

Hay otro secreto en la vida del Santo Cura de Ars: “consiguió en su tiempo cambiar el corazón y la vida de muchas personas, porque fue capaz de hacerles sentir el amor misericordioso del Señor. Urge también en nuestro tiempo un anuncio y un testimonio similar de la verdad del amor: Dios es amor”.

En la parte final del documento de convocación al Año Sacerdotal encontramos una saludable exhortación: “es preciso que los sacerdotes, con su vida y obras, se distingan por un vigoroso testimonio evangélico”. Sigue a continuación el conocido texto de Pablo VI: “El hombre contemporáneo escucha más a gusto a los que dan testimonio que a los que enseñan, o si esucha a los que enseñan, es porque dan testimonio”.


AFICHE DE CONVIVENCIAS 2011

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