La alegría cuando el Arcángel le reveló el sublime misterio de la encarnación.
El dolor al ver nacer el niño Jesús en la pobreza.
La alegría al escuchar la armonía del coro de los ángeles y observar la gloria de esa noche.
El dolor cuando la sangre del niño Salvador fue derramada en Su circuncisión.
La alegría dada con el nombre de Jesús.
El dolor de San José con la profecía de Simeón, al predecir los sufrimientos de Jesús y María.
La alegría al mismo tiempo, en la predicción de la salvación y gloriosa resurrección de innumerables almas.
El dolor en su afán de educar y servir al Hijo del Altísimo, especialmente en el viaje a Egipto.
La alegría al tener siempre con él a Dios mismo, y viendo la caída de los ídolos de Egipto.
El dolor por el miedo a Arquelao.
La alegría al regresar con Jesús de Egipto a Nazaret y la confianza establecida por el Ángel.
El dolor cuando sin culpa pierde a Jesús, y lo busca con angustia por tres días.
La alegría al encontrarlo en medio de los doctores en el Templo.