
Un conocido documento sobre la formación de los candidatos al sacerdocio nos recuerda este punto cuando señala que una certeza de verdad es la base de la entrega personal y total a Jesús y a la Iglesia (Cfr. Pastores Dabo Vobis, 51 y 52). Quien no se forma en la verdad, no tendrá seguridades, vacilará de modo fácil, tendrá dudas y sucumbirá terriblemente. Aunque el documento habla de la formación intelectual en los seminarios, la expresión es válida para los otros ámbitos. Quien no vive en la verdad de la doctrina, en la verdad de la oración, en la verdad de la vida, termina cayendo en el error o en opiniones que rondan por ahí y que parecen buenas pero que en el fondo sólo son engaño y mentira, contaminan la vida cristiana y terminan por destruir la vocación sacerdotal. El seminarista debe, por tanto, tener esa sed de la verdad. Su estudio debe llevarle, con actitud humilde pero fuerte, a la verdad; su oración debe llevarle a descubrir lo que Dios verdaderamente le pide.
Quien se forma en la verdad vive en la verdad; el seminarista formado en la verdad no sucumbe fácilmente, es sincero y vive su vida de cara ante Dios, sabiendo que aunque sus superiores no le vean, Dios sí le ve, le conoce y sabe siempre sus pasos. Y por ello podría siempre exclamar como el salmista "Señor, tú me sondeas y me conoces, tú sabes si me siento o me levanto;de lejos percibes lo que pienso, te das cuenta si camino o si descanso, y todos mis pasos te son familiares. Antes que la palabra esté en mi lengua, tú, Señor, la conoces plenamente; me rodeas por detrás y por delante y tienes puesta tu mano sobre mí" (Salmo 139 1-5).
Ante un mundo que se deja llevar por lo que dice la mayoría, que a veces no busca la Verdad Última, que es en el fondo Dios mismo, pues Él en Cristo nos ha dicho "Yo soy el Camino , la Verdad y la Vida" (San Juan 14, 6), el sacerdote de hoy y del mañana debe estar bien formado para mantenerse firme y no escuchar las voces de la mentira y de la falsa vocación cristiana.
Así pues, formarnos en la verdad es formarnos en la libertad y al ser más libres podemos seguir con mayor amor a Dios, nuestro Padre, pues nadie puede amar lo que no conoce. Ánimo pues, y que estas últimas semanas del año lectivo nos ayuden a todos a formarnos en la Verdad.
P. Carlos Enrique Barrera.
Rector
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